viernes, 14 de enero de 2011

Esperanza contra esperanza


Esperanza contra esperanza (Romanos 4: 18)

No hay palabras para definir el momento cuando se termina la esperanza, porque ella se ha mantenido viva, confiando en Dios, esperando, revelando, defendiendo la fe, guardando el testimonio, ofreciendo el sacrificio. Pero el fuego de la prueba, en lugar de menguar, más caliente se vuelve cada día; en lugar de asomarse el sol, más lóbrega se convierte la noche; el desierto está más yermo, las fuentes de las aguas se resecan, los manantiales desaparecen, la hierba se vuelve polvo y la lengua se pega al paladar.

Cuando la ilusión se termina, ya los mismos ojos dejan de buscar a Dios, porque lo han buscado por todas partes y no lo han visto; la tristeza penetra hasta el tuétano de los huesos; el desaliento ciñe más fuerte que nunca y el desánimo esta mas presente.

Es en ese instante, cuando la esperanza se pierde, que debemos luchar para que en nuestra alma, moribunda, nazca una nueva esperanza. Esto lo debemos basar, al pensar de todo corazón que para aprender una gran fe, debemos perseverar en inmensas pruebas, y a pesar de que todo ha fallado, debemos continuar confiando en Dios, quien desea mostrarte cuán grande es El, y todo el poder que tiene para levantarte y cambiar el panorama de tu vida en forma total.

En todo ese proceso de dolor y de la gran inseguridad que la prueba ha dejado en tu corazón, Dios ha estado obrando algo grande para cada uno de nosotros, pero nos ha preparado con anticipación, de tal forma que el galardón que viene en camino, sea muy bien administrado, generando alegría en nuestra vida y en nuestros familiares, y sobre todo, siendo testigos poderosos de los mejores milagros de Dios, en la vida de los que hemos llevado una vida temerosa, y creyendo en esperanza contra esperanza.



Lala García

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